Cuba y Venezuela enfrentan una migración masiva de sus ciudadanos a ritmos alarmantes, lo que está transformando la estructura demográfica de ambos países. Aunque los gobiernos de estos países parecen considerar beneficioso que quienes se oponen a sus políticas emigren, en realidad, estas salidas masivas los están afectando profundamente.
En Cuba, según datos oficiales de la Asamblea Nacional del Poder Popular, la población disminuyó en un 10% entre finales de 2021 y finales de 2023, pasando de 11,18 millones a 10,06 millones. Sin embargo, un estudio del Cuban Research Institute de la Universidad Internacional de la Florida (FIU) sugiere que la situación podría ser aún más grave, con la población actual estimada en apenas 8,62 millones. Este fenómeno marca el mayor éxodo en la historia del país desde el inicio de la Revolución en 1959.
Por su parte, Venezuela ha registrado la salida de 7,7 millones de personas desde 2014, lo que equivale a un 20% de su población, según datos de ACNUR y la OIM. La migración no se detiene, con un promedio de 2.000 venezolanos abandonando el país diariamente.
Estos éxodos representan no solo una crisis humanitaria, sino también una pérdida significativa de capital humano y una amenaza a la estabilidad económica y social de ambos países.